Una investigación de científicos españoles y holandeses, con la participación de una gallega, ha descubierto que con la colza etíope se pueden obtener muy buenos rendimientos para la producción de bioetanol. La ventaja de esta planta sobre otros vegetales que se utilizan como biocombustibles parece ser que no entra en competencia con otros cultivos agrícolas destinados a la alimentación humana y animal. Otra ventaja es que puede cultivarse en tierras yermas y de baja productividad, según ensayos realizados en algunas zonas de España y en el sur de Francia.
Después de la polémica de hace algunos meses por la probable incidencia de los cultivos de biocarburantes en la disparatada subida de los precios de los alimentos –Etiopía, cómo no, pagó también en ese caso pecados ajenos- hay que ir con cuidado en este terreno. Mover los coches con carburantes más limpios y baratos no puede ser a costa del hambre de los que ya pasan hambre. Pero según los datos que han trascendido de esta nueva investigación, la colza etíope podría servir para mejorar la productividad del campo en un país en el que casi el 80% de la población vive de la agricultura de subsistencia.
Empresas chinas, indias, europeas y de los países árabes se están haciendo con grandes extensiones de tierra para realizar plantaciones en Etiopía. Para muchos es un proceso que acabará arruinando más a los agricultores locales, que no tienen capacidad de competir con las grandes compañías extranjeras, muy tecnificadas y con incentivos para explotar tierras a las que los etíopes del campo no tienen acceso. Europa, que apadrina la investigación sobre la colza etíope, debería dar los pasos para que la investigación científica tenga una aplicación práctica y sostenible en Etiopía. Por esa vía se podría ir modificando un modelo de cooperación con el Tercer Mundo que va de fracaso en fracaso.
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