En una de las esquinas de Arat Kilo hay un bar que se llama Jolly Bar, un clásico que viene funcionando ininterrumpidamente desde mediados de los cincuenta y que fue lugar de encuentro y tertulia de universitarios, intelectuales y artistas. Hace unos meses fue sometido a una profunda reforma y ampliación por su nuevo regente, Abesalom Yehdego, Bobby, hijo del propietario original.
La intención de Bobby, además de relanzar el local y convertirlo de nuevo en referencia de la noche de Addis, es recuperar los barrios de Arat Kilo y Arada como centros neurálgicos de la ciudad. Y de ahí el reclamo que utiliza:“Think outside Bole”. Y es que Bole, la larga avenida que une la plaza Meskel y el aeropuerto, concentra ahora la mayor parte de los locales de moda.
El Jolly, donde ahora actúa con cierta asiduidad Kenny Allen & 251 Band, que nosotros vimos en el último concierto de la desaparecida sala Harlem Jazz, en Bole, es al mismo tiempo sala de conciertos y restaurante. Y tiene una peculiaridad en su decoración, el gran mural pintado por un artista amigo de Abesalom, en el que en una especie de Última Cena con más de doce apóstoles están representados algunos personajes destacados de la historia moderna y contemporánea de Etiopía. Los músicos Aster Awake, Tilahum Gessese, Mohamud Ahmed, Mulatu Astake, Teddy Afro o el mismísimo Bob Marley, que no es etíope, pero para los etíopes como si lo fuese. Están los atletas Kenenisa Bekele, Haile Gebreselasie y Abebe Bikila, el rey Teodoros, el emperador Haile Selassie y el político y miembro del consejo de ancianos recientemente fallecido Fitawari Amede; el poeta Tsegay Gebremehdin y el autor y actor teatral Fekede Teklemariam.
No están todos los que son, claro, pero como nos decía Abesalom no cabían todos en la pared del Jolly. Bobby, que está logrando el objetivo inicial de volver a atraer la atención de una renacida vida nocturna en Addis hacia Arat Kilo, tiene la intención de que por su local pasen los mejores músicos de los nuevos tiempos. Lo que logró su padre en los años dorados con algunos de los que hoy están inmortalizados en ese mural del Jolly que sigue la tradición que cultivaron muchos artistas de reinterpretar la Última Cena de Leonardo da Vinci, entre ellos Luis Buñuel con la irreverente de la película Viridiana.
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