Empieza a llover y una mujer se mueve rápido entre los coches. Busca sitio en uno de los miles de taxis colectivos que circulan atestados por las calles de Addis. Una liviana nétela blanca la protege de la humedad y le da ese aspecto venerable que tienen muchos etíopes, como piezas con alma de un anticuario.
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