lunes, 14 de mayo de 2007

Ceremonia del café, la hospitalidad etíope

El café es sustento, historia y leyenda en Etiopía. Pero también es la expresión de la hospitalidad y el elemento en torno al que se estrechan los lazos sociales y familiares. La ceremonia del café, lenta y determinada por reglas centenarias, es la ocasión para la charla y el modo de agasajar al visitante. Estos son los seis pasos del ritual, según nosotros lo hemos conocido en Addis Abeba.

El lavado. En primer lugar, se lava en una tina el grano sin tostar. Se frota enérgicamente con las manos y se renueva el agua al menos un par de veces. Es el momento de eliminar algún grano malo e impurezas.




El tostado. Mientras se va lavando el café, en un infiernillo metálico en forma de pequeña tolva se va haciendo la brasa. Sobre ella se coloca un platillo casi plano sobre el que, con calma y removiéndolo una y otra vez, el café se va dorando.



Los aromas. En Etiopía el café no es sólo un placer para el sentido del gusto. Los aromas son importantes. Una vez tostado el grano, la anfitriona pasa el platillo humeante ante los invitados para que puedan disfrutar del aroma del café. Además, durante la ceremonia y utilizando brasas de la cocinilla, se queman maderas olorosas, especialmente incienso y sándalo. Sirven para hacer más envolvente el ambiente, pero el origen de esta costumbre está en la capacidad de estos humos para espantar el mosquito de la malaria.

La molienda. Una vez bien tostado, el café se muele a mano. En un pequeño recipiente, como un mortero alto y estrecho, se coloca el grano. Con la precisión que sólo puede dar la experiencia, se golpea con una vara larga y pesada (puede ser una barra metálica) hasta que se consigue un polvo fino.

La infusión.Con el grano tostado y molido, se coloca en una jarra de cuello estrecho y base ancha a la que se añade agua. Se coloca sobre el mismo fogón en el que se tostó el café hasta que hierve.La forma del recipiente y la pericia de quien lo sirve impide que los posos se mezclen con la infusión. El material con el que está hecha la cafetera también influye en el sabor final del café.



El servicio. Servir el café también tiene su ritual. Hay que hacerlo con cuidado para que no suelte posos. Se sirve desde una altura de diez o quince centímetros, bien caliente y normalmente en tazas sin asa. El café se acompaña con palomitas de maíz, una vieja tradición que no debe confundirse con los hábitos introducidos por el cine y la televisión. En otros casos se sirve kolo, que es una mezcla de semillas de cereales tostadas.

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